La Paradoja de Peto

03.09.2020

Desde la rápida y estrepitosa revolución industrial, la esperanza de vida se incrementó de manera increíble, ya no eran tan frecuentes las muertes en recién nacidos y los problemas que tanto nos atormentaron por miles de años se esfumaron o pasaron a ser de menor importancia. Mientras grandes enfermedades pasaban a ser un mal menor en las sociedades modernas, otras parecían repuntar en cantidad de casos, como el cáncer.


El cáncer, conjunto de enfermedades de renombre internacional, son una clase de desregulación multicelular que, a pesar de vastos intentos con distintos tratamientos o remedios, a menudo resulta en la muerte.

Entre preguntas e investigaciones se plantea el rompecabezas de si se opone el cáncer a la selección natural, ya que organismos que son susceptibles a poseer cáncer deberían ser seleccionados negativamente, lo que sería lógico. Pero aquí hay una trampa, la selección natural tenderá a promover la resistencia a las fuentes de mortalidad anteriores a la reproducción, y usualmente es una enfermedad que se desarrolla en la vejez.
Pero... ¿si pensamos en otros animales? Esto significaría que animales más longevos tenderán a desarrollar cáncer (podríamos notarlo en tortugas por ejemplo) o incluso, que animales con mayor número de células tienen más probabilidades de tener carcinomas, ¿no?
Es decir, si cada célula que se divide en un organismo multicelular tiene la misma probabilidad de iniciar una neoplasia maligna, entonces, en igualdad de condiciones, cuantas más células tenga un organismo, mayor será la probabilidad de que surja un cáncer. Entonces, por ejemplo, las ballenas azules que, en la edad adulta, pueden pesar más de 100 toneladas métricas, deben ser al menos 1000 veces más susceptibles a desarrollar un cáncer que los humanos. Además, como afirmamos en un principio, se espera que la transición a la malignidad aumente con el número de divisiones celulares, es decir, con la duración de vida del organismo.
En este punto nos encontramos con una encrucijada, haciendo memoria ¿alguna vez escuchamos del cáncer en ballenas o en elefantes? Por mi parte, jamás me encontré con alguna noticia sobre eso, de hecho, los estudios indican que son pocos los animales salvajes de gran tamaño que tienen cáncer.
Un señor llamado Richard Peto, allá por el año 1977, planteó las mismas preguntas que nos estamos haciendo ahora y tras hacer observaciones encontró que no había correlación entre la masa corporal (un sustituto del número de células y su longevidad) y la prevalencia del cáncer en especies de vida salvaje y a esto lo llamó La paradoja de Peto (un tanto egoísta el señor). De esta manera, se deduce que debe haber algo en las células que evita que tengan cáncer (renovación más lenta de las células, la redundancia de los supresores de tumores, sistemas inmunológicos más eficientes, mejor supresión o resistencia a los virus oncogénicos).
Pero ¿Cómo llegaron esas defensas ahí y porque nosotros no las tenemos?
Para esto necesitamos entender los paisajes selectivos (bióticos y abióticos) en los que las especies evolucionaron y continúan evolucionando. De hecho, en simples palabras, la selección natural es el producto de cómo los ambientes favorecen ciertas características hereditarias de los organismos.
El cáncer y su vulnerabilidad entre las especies de vida silvestre fueron probablemente formadas por la selección natural. Los pequeños roedores en la naturaleza por ejemplo, pueden sucumbir al cáncer, pero sólo si no mueren primero de una de las numerosas otras causas, como los depredadores, las infecciones enfermedades, o los caprichos del medio ambiente como las inundaciones, temperaturas extremas, etc. Entonces, en animales pequeños como ratones no hubo en ningún momento una necesidad de protegerse contra el cáncer ya que tenían problemas más importantes de los que encargarse y tener defensas contra el cáncer no les aportaba ninguna ventaja.
En humanos las pruebas sugieren que muchas poblaciones carecen de alelos con una mayor protección contra ciertos cánceres, posiblemente porque su corta vida útil ha impedido la selección de esos alelos. En perros, los osteosarcomas (cáncer de hueso) se producen en perros grandes 200 veces con mayor frecuencia que en las razas pequeñas y medianas, esto es así porque probablemente no ha habido tiempo suficiente para desarrollar.
En perros, los osteosarcomas (cáncer de hueso) se producen en perros grandes 200 veces con mayor frecuencia que en las razas pequeñas y medianas, esto es así porque probablemente no ha habido tiempo suficiente para desarrollar mecanismos adicionales para proteger a los perros grandes de este aumento de riesgo y contrarrestar la extrema selección artificial del tamaño.

En conclusión, los animales que evolucionaron para ser más grandes como especie desarrollaron mecanismos para contrarrestar este mayor riesgo de cáncer, mientras que los individuos por encima de la media no tienen defensas adicionales en comparación con los organismos más pequeños de su especie y, por lo tanto, son víctimas del cáncer con mayor probabilidad.
Sin duda alguna, la resolución de esta paradoja para los científicos es más que prometedora, la idea de lograr entender los mecanismos de la resistencia al cáncer no es más que trascendental. Hasta ahora, la investigación se ha centrado en las consecuencias de estas presiones evolutivas más que en sus causas.
La mayoría de las investigaciones sobre el cáncer se hacen en un pequeño subconjunto de organismos que restringe la comprensión del cáncer a la biología de estos sistemas modelos en particular. Además, las cualidades de los organismos modelo, que los hacen ideales para trabajar en condiciones de laboratorio (vida útil corta y cuerpo pequeño) son las mismas cosas que los hacen pobres modelos para la supresión del cáncer.
Los humanos han invertido en la investigación del cáncer durante décadas mientras la evolución ha estado afinando los mecanismos de la supresión del cáncer durante más de mil millones de años. Es hora de aprender del experto.
- Joaquin Ortiz

Bibliografía:

Caulin, A. F., & Maley, C. C. (2011). Peto's Paradox: evolution's prescription for cancer prevention. Trends in Ecology & Evolution, 26(4), 175-182. https://doi.org/10.1016/j.tree.2011.01.002

Nagy, J. D., Victor, E. M., & Cropper, J. H. (2007). Why don't all whales have cancer? A novel hypothesis resolving Peto's paradox. Integrative and Comparative Biology, 47(2), 317-328. https://doi.org/10.1093/icb/icm062

Roche, B., Hochberg, M. E., Caulin, A. F., Maley, C. C., Gatenby, R. A., Misse, D., & Thomas, F. (2012). Natural resistance to cancers: a Darwinian hypothesis to explain Peto's paradox. BMC Cancer, 12(1), https://www.biomedcentral.com/1471-2407/12/387. https://doi.org/10.1186/1471-2407-12-387


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